Veneno, dinero y muerte

La vida mientras luchamos - Portada

El Caso Metílico forma parte de ese grupo de tragedias inventadas por el hombre, sólo superadas por las guerras y las grandes catástrofes naturales. La bebida asesina provocó miles muertos, ciegos y lesionados en el año 1963, según las estimaciones del fiscal Fernando Seoane, aunque las investigaciones judiciales se basaron solamente en las pruebas obtenidas de la exhumación de 51 cadáveres, en los que se hallaron restos de alcohol metílico en sangre.

Una cifra ridícula a tenor de la magnitud de los hechos y los datos oficiosos, según los cuales las víctimas del venenoso licor en España y en muchos países de Europa, África y América pudieron ser millares.

Aquella primavera algo inexplicable estaba provocando extrañas y masivas muertes en Galicia y en Canarias, pero nadie era capaz de aventurar su patogenia. En un primer momento se pensó en aneurismas cerebrales o en una epidemia de meningitis. Marineros y campesinos de Lanzarote fallecían en pocas horas, al igual que decenas de personas en Galicia, pero ni el más avezado de los investigadores podía intuir relación alguna entre ambos episodios. Hasta que una joven farmacéutica, Elisa Álvarez Obaya, descubrió en la modesta rebotica de su farmacia, en Haría, el origen del envenenamiento.

El Gobierno de Franco nunca reconoció el error cometido al permitir, sin ningún control, el libre comercio de metílico y soslayó cualquier responsabilidad que pudiera salpicar a la Administración del Estado.

Cuatro años de intenso trabajo investigador, las declaraciones de 133 testigos, un juicio que se prolongó casi un mes, y un brillantísimo informe del fiscal Fernando Seoane fueron precisos para aclarar el criminal entuerto. Al final, condenas de 140 años de cárcel (que nunca se cumplieron) pusieron el colofón a esta historia.

El Caso Metílico -el proceso judicial más voluminoso de España junto con la Causa General de la Guerra Civil- se mantiene vivo aún hoy, recordando el sufrimiento de las víctimas, la ruina económica y el pánico generalizado en el que se vio sumida la población por efecto de las bebidas asesinas.

Licores comercializados (archivo Fernando Méndez).

Los acusados fueron condenados a penas de hasta 20 años de cárcel por delitos contra la salud pública e imprudencia temeraria. El tribunal reconoció que no tuvieron intención de matar, aunque sí obraron llevados «por un afán desmedido de enriquecimiento, a costa de la comercialización de metílico«.

Desde el máximo respeto a víctimas, familiares, acusados y a todas las personas que han tenido relación con esta historia, Fernando Méndez investigó durante años esta tragedia, que recogió en cuatro libros (el último, La vida mientras luchamos (RBA Libros). Fue el mayor envenenamiento provocado por la adulteración de bebidas con metanol. La verdad incómoda de un proceso donde hubo sentencia, pero no justicia hizo que esta historia permaneciese oculta durante décadas y que miles de víctimas quedasen olvidadas sin recibir, siquiera, un reconocimiento social.

La investigación del CASO METÍLICO fue reconocida con el Premio internacional de investigación periodística Ana María Agüero (Argentina, 2013).

«El Caso Metílico fue la lucha contra un veneno y un Estado» (Fernando Méndez).

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Carátula vídeo Metílico

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